La etnóloga Ivette Chiclana comparte este ensayo performativo sobre Ismael Rivera, leído en diciembre de 2018 durante una presentación junto a la artista Awilda Sterling

Nota de la autora: Las citas de Dinorah Marzán están en itálicas y son tomadas del libro Versado y de larga duración. Las canciones y soneos de Ismael Rivera están identificados en negritas.
Performance de voz y movimiento
para el Homenaje a Ismael Rivera
junto a la bailarina Awilda Sterling
Diciembre 2018
Alala leeeeee, lala leeeee, lala le le. Improvisando con latas y palitos comenzamos todos el camino en el ritmo, consanguíneo fluir siempre presente en los bonches de negros que le apuestan a la alegría. Una viejita sandunguera de la calle 13 del Barrio Obrero decía, que los cangrejeros nacemos con los pies sueltos y la cintura en bolines. ¿Habrá escuchado usted una verdad, más verdadera que esta?
¡Mi hermano!, la música fue la mezcla que construyó los techos de nuestras casas, la que serruchaba los tronco’e palma con que se cubrían los pisos “que eran suavecitos y bien fresquitos”, como decía doña Suncha. La música levantaba los cuartones que, en rectángulo, formaban los balcones desde donde las vecinas le hacían el coro al rumbón de la esquina: Juan José pasé por tu casa y te llamé, Juan José como no me oíste, te pité, echándose su pasito mientras barrían y sacudían la entrada. Mientras tiraban agua pa asentar el polvo de ese gran arenal que era Cangrejos, las negras cantaban: Juan José pasé por tu casa y te llamé, Juan José, como no me oíste, te pité. La música como epítome de identidad en resistencia. La música como fluidez. Desde el bonche y el rumbón de la esquina se resistían a la asimilación forzada, se autoafirmaban cangrejeros.
Esos rumbones en donde Ismael Rivera conoció a Rafael Cortijo y, con ellos, la dupleta de la bomba y la plena se elevó por las ondas radiales para sembrarle semillas de saoco en el corazón a los boricuas, pero también a todos los blanquitos hijos del conde de Santurce –que no se sentían cangrejeros–, esos, que llamaban a la policía porque no soportaban la batahola de esos tambores en las esquinas. “¿Al final? ¡Muchacho si los vieras!... hasta los de Miramar tu oías cantando”: A Cortijo y su combo hay que invitar porque toca sabroso y tropical. A Cortijo y su combo hay que invitar porque toca sabroso y tropical… Dios los cría y ellos se juntan. Te digo que esos negros se juntan y meten un swing que te asusta. ¡Y sí! Al menos eso decían los señoritos de la Ponce de León, y el Combo de Cortijo se los recordaba, imagino, que con ¡singular alegría!

¡Señores! El milagro de la cultura nuestra fue que, a la larga y a la postre, consiguió agrietar las gríngolas mentales que comprimían el entendimiento y la convivencia en el viejo Cangrejos, por allá entre 1900 y 1950. Eso dicen. Y fueron esas semillas musicales las que, paulatinamente, ayudaron a erradicar la racista costumbre de rajarle los cueros a los pleneros de los muchos barrios de Cangrejos –¡no’mbre no!– que, aunque siempre tenían su reserva cueril pa’l priquitín piqui tín, finalmente, pudieron vacilar sin estar pendiente de ese ataque de incomprensión que reprimía nuestras expresiones culturales. Los muchachones de las barriadas de aquel entonces, la Buenos Aires, los de la Hoard, cuentan que de ahí fue que salió eso de: Déjalo que suba a la nave, déjalo que ponga un pie, que van a llevar latigazos, hasta los que están por nacer. Déjalo que ponga un pie, decía el mulato Cachón, que si me rompe mi fiesta le meto con el cuartón, no es vacilón. Déjalo que suba a la nave, déjalo que ponga un pie, que van a llevar latigazos hasta los que están por nacer. “¡Adiooo!, ¿qué te pasa a ti?... Aquí no nacimos ñocos, mi socio” me decía el Taquio, recordando aquellos tiempos. Tiempos de raya, tiempos de hasta aquí llegaste. Se calló, nunca se calla. Se cayó, cruzó la raya. Tiempos de ‘tate quieto y ¿quién te dio vela en este entierro?; ya sea por las ínfulas y el engreimiento de unos o por la indignación y la guapería de otros, que exigían su domingo de baile y diversión. Mañana es un día de fiesta, no me lo discuta usted. Mañana es un día de fiesta, no me lo discuta usted, que yo tengo el almanaque en español y en inglés.
Tiempos de frontera racial, de límites ambiguos y cohesiones parcializadas son los que enmarcan la emergencia del Combo. Por eso, mi hermano y, sin lugar a duda, que con Rafael Cortijo e Ismael Rivera, se demarca un antes y un después en la vida de los barrios del hoy Santurce. No es borrón y cuenta nueva, ¡nooooo! Todavía hoy, 2018, seguimos arrastrando los fósiles de ese racismo estructural que repite la soberbia majadería de una “alta cultura” y una “baja cultura”. ¡’Ndito sea dioooo! Aun así, indiscutiblemente, Cortijo y Maelo fueron el punto de embrague que se instaló pa quedarse –¡mete cloche!–, el junte empoderado en derecho y dignidad para todos nosotros los cangrejeros. El junte que puso en alto al bonche, con esas semillas de saoco ondulando libremente por la isla –¡que belleza!–, compartiendo el sabor y la alegría de los cangrejeros. Un trabajo musical que es legado cultural. “¡Olviate’eso! ¡Qué Cortijo y Maelo ponían a bailar hasta la gente’e la loza! ¡Muchaaaacha!”, como decía Maruja, que de Puerta de Tierra pasó al Fanguito, del Fanguito a Tras Talleres y de Tras Talleres a Villa Palmeras: “¡Nenaaaa!, ¡y cuando empezó la televisión!... ¡Ahí fue mijita! ¡Ahí fue que se formó el acabose!... Yo recuerdo al Paquito Cordero… ¡nena! con la cara pintá'e negro, el Paquito Cordero los presentaba”: “¡quietongos mis paneles, que lo que traigo es jamón del Cairo! Nada menos que Rafael Cortijo y su Combo con Ismaeeeeel Riiiiivera”. Y los cangrejeros, emocionaos se contemplaron en esa pantalla milagrosa que los reflejaba belleza y talento, por primera vez.
¡Mi hermano! ¡En exclusiva! La orquesta fija de la Taberna India, era un bonche de negros chumando la candela Berembembe iyeeeee… Que Máquina, que máquina, que máquina arrasando con lo otro, con lo impuesto que no éramos nosotros, colectiva máquina imparable que sonaba en la radio, que se veía en el televisor, que surgía de las casas; la que tú y yo seguimos oyendo en la vellonera cuando nos vamos de jangueo los viernes –¡tú sa’e!–, la que seguimos cantando mientras limpiamos la casa los sábados. La que nos vacilamos los domingos de paseo con la familia y cantamos ejgalilla’o –como pa asegurarnos que el carro suba la cuesta de las tetas de Cayey– chuma la caldera maquinolandera, chuma la caldera maquinolandera –¡sube carro, sube!– chuma la caldera, chuma la caldera, chuma la caldera, yyyy… oh oh oh.
¡Y por eso estamos aquí! Todos estamos aquí para celebrar y honrar los aportes de estos titanes e intentar develar, a la vez, cómo sus recorridos son nuestros recorridos. ¡Nuestras vidas, me casi en die’! Estamos aquí, junto a ustedes pa’ vacilarnos otra vez la sabrosura, el saoco ese con el que sus canciones nos narran un sentir, una identidad y unas historias que son nuestra historia. Y en esta apuesta recurrimos a la maelista por excelencia, Dinorah Marzán, para provocar el movimiento de la gran Awilda Sterling. Presentamos entonces, un vehemente contrapunteo de emoción entre sus versos y las canciones de nuestro amado Ismael Rivera.
Amb@s, Dinorah y Maelo, presenciales espirituales.

Decíamos que con Rafael Cortijo e Ismael Rivera nació la quiniela de la sandunga, como la guillaera de aquel que le pasaba el papelito a doña Rafita, con los números pa’ la bolita, como el que no quiere la cosa –¡coño, a ver si esta ve’ salimo’ ‘e pobre!–; como cuando recogíamos botellas de refresco y tapas de Fab pa’ poder irnos al cine, sin tener que pedirle chavos a la abuela; como el fileteo del almidón en el pantalón, que perdía lo tosta’o en cuanto la rodilla se doblaba al compás de: Si yo llego a saber que Perico era sordo yo paro el tren, y no mato a Perico. Tun tatun tun ta tunta… “Humo luminoso de satélite que se aspira para cantarle a esa tristeza que destilan tus ojos anochecidos. Repique de ignorancia mía, que si yo llego a saber que la muerte viaja sin vía, sin sombra, (que) zumbando se desplaza destejiendo lo que tanto nos cuesta amarrar en la vida, arrecotán… me quedé… aderezando palmeras con melaza; para un baño de sol, llorando sobre la yerbabuena, sin poder desintonizar tu muerte a las cinco, transmitida en todas las frecuencias”. ¡Alalaleeeee! Soledad del destino, que silencio hay en mí, que me es difícil pensar que todo se acabó, tan de repente.
Así lo sintió Dinorah, así lo sentimos acá también… ¡Cómo se te extraña Sonero Mayor, que sigues aquí, vivo! Te seguimos soneando en el traqueteo del corazón que repica acelerado cuando es a ti a quien bailamos. Te seguimos sintonizando presencia con la que recordamos al abuelo, dando cátedra de cómo se marca con los pies, tu soneos. Te seguimos repitiendo negrito ¡ecuajey!, ¡manga!, ¡quema!, ¡suelta!, figureando estilo y cadencia como ya nadie. ¡Te seguimos! ¡Como sigues vivo en las ondas sonoras de nuestros recuerdos! “Se nos quedó grabado el zumbido inconcluso que tu boca destila en el soneo fatal. Voz poseída de mar, que carga la luna llena de las costas. Soneo que reina en las orbitas para enrolar picadura de estrellas”. En el gran escenario de la farsa, maribelemba, la comedia de esta vida es inhumana. Hay payasos llevando armaduras frías y tenorios que no tienen una espada. En el drama final que represento, mi público inconsciente no me aplaude, si hago mutis se alegran que me vaya y si canto me mandan a que calle.
“... indiscutiblemente, Cortijo y Maelo fueron el punto de embrague que se instaló pa’ quedarse –¡mete cloche!–, el junte empoderado en derecho y dignidad para todos nosotros los cangrejeros. El junte que puso en alto al bonche, con esas semillas de saoco ondulando libremente por la isla –¡que belleza!–, compartiendo el sabor y la alegría de los cangrejeros” – Ivette Chiclana
Pero te tenemos aquí, ¿lo sabes? Aquí repicas memorias cada vez que alguien repite: ¡juega mulato!, cada vez que alguien corea: ¡suelta negra, suelta!, cada vez que alguien se vacila el intento de entrar adelantado, de acelerar el verso y que se entienda. “Aquí están tus oídos, listos para una rumba provocada… Salta, sonero sonerito, al espacio de tu clave… que resucita negros retintos, drumacuyi… Trabucazo certero en el priquitín de la huida. Espíritu inquieto en el ocaso, presenciando la disolución del sol”. Cae el sol, mis ojeras hinchadas noche desorbitada por culpa de tu amor. Cae el sol, es la misma tragedia y tú no la remedias. Porque estarás en otros brazos, no en los míos, y yo pasando, pasando, solo tanto frío. “Larga. Atravesada por concordias, coronas, próceres y el conde; hasta morir, sin perderse, en el centro de un corazón sagrado; allí, cerca del río y del valle, incrustada entre ceja y ceja de un cangrejo de mangle negro”.
Así fue que yo pude ver, los recorridos que se repiten en este recuento que es reencuentro con lo que somos, a través de tu alegría y tu dolor. Triste sino de aquel que vive preso, llevando en el pecho un amor que le devora el corazón. Libertad, la bendita libertad, yo sé que muy pronto vendrá, pero no estará completa vida mía, si al lograrla faltas tú. Pero no estará completa vida mía, si al lograrla faltas tú. “Larga, como la esperanza de los que la habitan (en lo) estrecho, como las oportunidades de la felicidad. La Calma. Le cae la noche arropando la inversión de la vida, día a día. Como cigarrones, atrapados por el encanto de la luz, se arremolina, alrededor del poste un tumbao Cutum Cutum Cucumplá; golpe para revivir, para despertar y seguir golpeado”… Yo, yo, yo, creo que voy solito a estar cuando me muera, he sido el incomprendido, ni tú ni nadie me ha querido tal como soy. Bituqui paquilinqui yo, yo, yo, solo estaré y juraré que cuando muera, aun así, con mis presagios, tendré tu nombre a flor de labios y moriré. “Humores de tarde agónica, ánimo que gime en el cuero que experimenta soledades, recuerdos que se incrustan y atormentan cencerros”. ¡Alalaleee! ¿Por qué no me comprenden a mí?, si yo soy un negrito, chévere. “Componte memoria cargada de ingratitudes y nombra los nombres que llegan siempre al cantar maravilloso… Salta, da tres brincos y en el último… alcanza a cerrar el refugio de los pecadores, báñate con el perfume de la rosa mística”. Perfume de rosa tiene tu alma, bajo la palmera murmura el viento. Mira vida mía, si yo te quiero, que por ti suspiro y hasta me muero.
¡Yo te quiero!, ¡te quiero! ¡Yo te quiero! ¡Te quiero! Bueno ¿y qué? ¡Pues ahí! Bueno, ¿y qué?, pues ahí. Así que, “salta, despega tu voz de estos anocheceres, tu voz pegada a la brisa, presente, como la realidad… Párate ahí. Luz roja que embarra las esquinas que cocinan. Cantazo que va y viene; sangre anfibia. Párate ahí.” Entiende que eso que te recorre las entrañas, es lo mismo que corroe las miles de almas que tras de ti siguen, buscando la huella que anuncie una salida. ¡Corre! “Corre, allá está la noche, aspírala. Noche de rezo, de vellón que canta y llora y falta. Noche de esquina coronada de reinado oculto... Ritmo que sale del epicentro de un (re) quinto centenar. Baile explosivo en clave de ayer, que estalla en plena Calma”. Ahí na’ma, ahí na’ma. Ahí na’ma quiero el ritmo, pa gozar. Ahí na’ma, ahí na’ma, pa que lo goce la gente. Ahí na’ma. Ahí na’ma.

Salsaeando el sentimiento, soneando la conspiración de una amistad sentida, Dinorah, la cómplice en el poema, adereza la política del paisaje sonoro, transitando entre el dolor y la admiración. Y así vamos todos, con ella, los que "llegamos en bonche a nacer aquí", como tú, como él, como Awilda, como yo, entrando y saliendo de la vida a través de las canciones que nos reivindican, que nos hacen reconocernos colectivo. ¡Cántalo boricua!: Yo tengo un sabor a playa en este cuerpo, y un sabor a coco que me quema. Una canción nocturna en mi garganta, mancha de plátanos corre por mis venas, traigo rumor de olas en mis orejas, maribelemba, y ecos de tambores que arrebatan, un dolor de tristeza en mi sonrisa (pero eso no es na’), tengo la piel morena y me encanta. Y por eso yo, traigo fuerza en mi cintura, ritmo de amor en mis manos, unas maracas alegres, y un rico seis borincano. Mira ven pa’ca, mamita linda, para gozar, mira ven pa’ca negrita linda, vamo’a guarachar.
¿Quién con tu voz?, ¿quién con tu capacidad de caer para volverse a levantar? De las tumbas quiero irme no sé cuándo pasará, las tumbas son pa los muertos y de muerto no tengo na’. Hombre que padeció las contradicciones del macho y quedó dolido por el juicio de los machos. Yo sé que me van a juzgar, me van, me van a condenar, cuando me vean con ella. Pero antes que me juzguen quiero decir que ella levantó a un hombre vencido. ¿Quién otro anunció melódicamente todas las ingratitudes de ese particular dolor social que nubla los cielos del Caribe y cobra la vida de nuestras mujeres? Anoche en el baile charlatán, le diste a mi Lola. Anoche en el baile charlatán, ¡ven, dale ahora!... Para lo que tú le das, palo, puño y bofetá. Para lo que tú le das. Defensa de la mujer de frente al otro, que hay que confrontar al trato de la mujer que se asume “propiedad”. Yo no como cuento… si te cojo coqueteándole a otro, ya verás que tu pa’te voy a pega’… Si yo llego y no te encuentro aquí, pau, pau, pau, te voy a dar. Sentidas contradicciones de una cultura patriarcal que se reflejan en sus canciones y nos confrontan. Son canciones que nos arman de imágenes en las que podemos contemplarnos, y discutirnos y modificarnos para reafirmarnos en el mensaje claro: ¡ni una vida más! Ni una mujer más que caiga en manos de aquel que no sabe amar. Pero presiento que no me quieras oír, y una vez más estás dispuesto a reincidir, viviendo quimeras en busca de aventuras que no te harán feliz, que no te harán feliz.

Múltiples registros de una vida, en la que nos contemplamos Vida, en la que también nos reconocemos con nuestros colores variopintos, nuestros hastíos, nuestra indolencia, nuestras faltas de gratitud, así como el moderno legado del desapego. ¡Si por mi llueve, que escampe! El amor nos construye en la medida en que nos reconocemos, por eso Dinorah nos relata su humanidad, que es la nuestra: “Tus manos saben de formas, de masas blandas que endurecen, de cales, de claves, de golpes, de cueros, de noches, de amantes, de contar peso a peso, la peseta que falta, de riqueza de estrella, de boletos de viajes, de rosarios, de muerte, de placeres, de los ritmos de historia, de mensajes en clave”. La vida que es agria y es dulce, dulce; la vida que es propia, pero también ajena arrastrada por las sacrosantas logias del presentamiento vecinal: Se llevaron a la hija de la vecina, yo lo sabía, que esa niña durar mucho no podía, con la tanda de amiguitos que tenía. A su padre dicen que no le importa un pito, pobre papito, cada rato lo celebra con un traguito, no hay problema que le quite el apetito. Las mujeres se la pasan en la persiana, por la mañana, recogiendo información de primera plana, para el tema de la tarde en la ventana. ¿Dónde estará?, ¿con quién se iría?, ¿cuándo vendrá?, ¿se casaría? Es que en la calle se comenta sin cesar, este es un tema de interés muy popular. ¡Qué tontería!
La vida de un hombre negro nacido en un barrio pobre, iniciando la golpeada década de 1930, con sus manos que “saben de calma, palmo a palmo, de pobreza, de cocos y de mares, de pescados dormidos, en platos de casabe, de llantos, de asaltos en lagunas, de tristeza, de regalos de reyes, de soneos de aire, de cristos extranjeros”. Es el Nazareno, que te da consejos buenos, haz bien, no mires a quien, dale la mano al caído y si acaso bien malo ha sido, dale la mano también. Hombre de adentro y de afuera, de largos recorridos y cortas apuestas, que supo “de vírgenes, de putas, de cantazos… de cuerpos, de esperanzas y de salves, de locuras que ensayas, y rechazas y abres, de sudores que ahogan, de temores que salen, de cuentos de fantasmas, de tierra, de esta nuestra y de otras, de fronteras que saben que tú eres el mayor, sonero de futuros de ritmos de combate.” Así que, ¡dime! ¿Qué vas a decir? Dime: Dime qué es lo que pasa que siento un jaleo. San serení con su son sonero. San serení, san serení, santero. San serení con su son sonero.

Sonero Sonerito, tu clave nos repica en el alma. “Y porque estamos vivos Ismael, aunque carguemos con la muerte de los otros, es que sigue sonando, aquí en el alma, esa campana de esperanza para mí, para ti y todo el bonche”. Ismael Rivera y los “sones que nos marcan. Aires que envuelven el talle y jamaquean la cadera. Espacios ocultos y conquistados”, son nuestra herencia, son el legado inmenso del gran Ismael Rivera y su Vida, que asoma las vidas otras, de todos nosotros. “Marcas que nos nombran, lunar espléndido, sobre el territorio de caribes verdosos”. Recuentos de reencuentros de nosotros para nosotros, gente de amelcochados colores: retintos, cafés con leche, acaramela’os, color de la leche fríiitaa, color cartucho, color cremita payco, el colora’o achiotito y el achocolata’o: De colores, de colores se visten los campos en la primavera. Píntame de colores pa que me llamen superman, píntame de colores, como el vejigante de San Juan. Píntate de otro color, mi hermano, ya hay que salir de ese carimbo que tenemos entre cuero y carne. Todos somos de un color.
Por eso aquí estamos. Por eso, estamos todos aquí. Tarde de complicidad y entrega a una memoria que se compone, a un registro que nos habita y nos exige, nunca olvidar. “Refréscate el silencio. Empuja fuerte esta hora” Ismael, “que abrace tus cuerdas esta candela que te espera en (esta) sala. Un buche largo mientras entras y sales de la calma. Busca tus ojos en la última imagen, aquella que se llevó el aliento. Ven”, ¡ven! ¡Vengan! que “saldremos abrazados de este entierro”.
¡Cántalo Cangrejos!: Y por eso soy millonario en amor, yo soy un cheque pagadero al portador y soy feliz, bien feliz, así lo grito, mira que el mundo sepa, que se sepa soy feliz.
Sobre la autora: Ivette Chiclana Miranda es una negra boricua de Barrio Obrero y del bonche cangrejero. Etnóloga de largos recorridos latinoamericanos y caribeños, etnohistoriadora y antropóloga. Trabaja en la Universidad de Puerto Rico apostando a que los chamacos integren el poder del conocimiento que libera, cuando reconocemos la belleza de todas nuestras historias, esas que no están contenidas en la historia oficial.
Escucha el playlist de las canciones mencionadas en el artículo: