Fragmentos de una biografía de Wifredo Lam en primicia para Bohemia (111)
Publicado originalmente en Plástica No. 10 (marzo, 1983) pp. 17-20.
En este artículo el cubano Antonio Núñez Jiménez ofrece datos interesantes acerca de la vida del artista cubano Wifredo Lam a su regreso a La Habana en 1941, recién llegado de Europa como refugiado de la Segunda Guerra Mundial. Se ofrecen citas directas del artista acerca de su obra, de su función y de su protesta. Lam da una explicación detallada del proceso creativo que aplicó para pintar La jungla, considerada, hoy por hoy, como su obra máxima. Alain Jouffrey ha expresado que esta pintura, de hecho, fue el primer manifiesto plástico del Tercer Mundo.
En 1981, cuarenta años después de su primer regreso a Cuba, Lam recuerda que en 1941, tras dieciocho años de ausencia en Europa, vino a La Habana como un refugiado más.
"Helena y yo vivíamos en la Calzada de Jesús del Monte. Desde la ventana contemplábamos el mar, la bahía siempre activa, las calles ruidosas. Pasábamos horas en la contemplación de la naturaleza cubana; era como redescubrir su sol y su luz deslumbrante. También ahora, como entonces, he vuelto a sentir el embrujo de la luz de Cuba."
La joven pareja salía a la calle para ver las vidrieras llenas de cosas que no había visto en mucho tiempo. Se sorprendieron al comprobar lo barata que era la vida en La Habana. Después de las calamidades sufridas, disfrutaban comprar aquello que necesitaban y con lo demás, gozaban por el puro placer de contemplarlo, de que existía, que estaba allí al alcance de sus manos acostumbradas a la pobreza, a la miseria de la guerra. Cuando se alejaban hacia las afueras de la ciudad, sus ojos se extasiaban mirando las flores silvestres; campanillas blancas y lilas, romerillos y malvas.
En la calle se encontraron con su amiga la escritora Lydia Cabrera, quien les ofreció el apoyo que necesitaban. Deseaban conseguir con urgencia una casa, y Lydia, en una de sus visitas, les comunicó haber encontrado una en la calle Panorama, en Marianao, con portal, patio y jardín. En aquella casa plantaron un huerto, añadiéndole, otros árboles a los que ya había. Allí crecieron plátanos, fruta bomba y quimbombó, exuberante flora que le serviría de tema para muchos de sus cuadros y para una suite de dieciséis aguafuertes Apóstoles-Apocalipsis sobre un poema de su buen amigo Gherasim Luca. Los plátanos de su jardín, en Marianao, se convirtieron en un símbolo de optimismo.
"A la pequeña selva familiar Helena añadió un mundo animal, poblándola con gatos de diversos tamaños y colores. Si algo los identificaba era el verde-amarillo de los ojos y la gracia con que se movían entre la yerba y la hojarasca. Helena disfrutaba de aquellas criaturas inquietas y mimosas. Tan inocentes de sospecha parecían que crearon en nosotros una profunda alarma cuando ocurrió un hecho realmente demoníaco. Todas las mañanas, casi de madrugada, me iba al mercado a comprar bofe de res para alimentar la comunidad felina. De regreso a casa los hervía, sazonados con sal, especias y un poquito de aceite, que despertaba la glotonería de los mininos. Para llamarlos a comer, silbaba La Marsellesa y, atentos a mi silbido, corrían, listos a disfrutar del banquete, que a veces despertaba en ellos una oculta ferocidad: la discordia por un pedazo terminaba en sangriento combate. En la casa del lado tenían un loro que me acompañaba en el silbido del himno francés. Con frecuencia interrumpía mi llamado para oír al loro que me imitaba a la perfección. Un día, saltó la tapia y ya en nuestro patio comenzó a silbar La Marsellesa. Un tropel de patas y garras se abalanzaron sobre él, luchaban sueltas en el aire las plumas verdes, azules, rojo-amarillas, como único testigo de la voracidad de los mininos que habían revelado su feroz instinto."
"Una tarde Helena entró a la casa corriendo, gritando que en uno de los árboles se había posado un pavo o una gallina negra: era un aura tiñosa."
Los domingos la casa se llenaba de voces amigas del pasado y otras nuevas. Alejo Carpentier, Pierre Loeb, Sima y sus hijos Albert y Florence, Peter Watson, Carlos Steinberger, Pierre Mabille y Benjamín Peret, venían a visitarlos. Virgilio Pinera les trajo a Lezama Lima y a Rodríguez Feo, directores de la revista Orígenes y a Oscar Hurtado, con quien hicieron una gran amistad. Hablaban incansablemente de filosofía, literatura y, por supuesto, también de pintura. Algunas veces don Fernando Ortiz los honraba con su visita; en esa época Lam trabajaba bajo la influencia directa del gran sabio cubano.
La guerra había quedado atrás. Leyendo los periódicos se enteraban del curso que seguía, pero ya no eran protagonistas: Francia e Italia invadidas por los nazis, el sitio y bloqueo a Leningrado; Hitler ya estaba en territorio soviético. Esas eran las noticias.
Por esos años, Lam era muy asiduo a los conciertos y en especial a los del maestro Erick Kleiber y también a los de José Ardevol y Edgardo Martín.
"Para mi sorpresa, un día leí en un programa que había sido nombrado vicepresidente de la Orquesta de Cámara de La Habana, homenaje que debo a Ardevol, quien me dedicó una de sus obras. "
Algunos músicos famosos venían a Cuba y deseaban verlo, entre ellos, Jasha Heifetz y Stravinsky, a quienes recibió en su casa.
"Mi casa era de mampostería y de paredes muy anchas, pero el techo estaba en pésimas condiciones. Stravinsky vino acompañado de su mujer. Tenía una herida en la cabeza cubierta con esparadrapo.
La conversación se animó con diferentes temas, algunos de carácter estrictamente personal. La señora Stravinsky tenía una galería de pintura en San Francisco para distraerse mientras su marido componía, y hablaba de ella con mucho entusiasmo, pero yo no podía prestarle toda mi atención: mis ojos iban de la cabeza de Stravinsky al techo y pensaba: como caiga un trozo de repello, va a acabar de romperle la cabeza a este hombre y van a pensar que es un atentado. Tal preocupación me asaltó porque unos días antes había hecho una visita a un babalao con Lydia, Loeb y Mabille. El brujo me dijo que me cuidara de accidentes. Desde que llegué a casa empezó a inquietarme el techo de la sala, el repello del cielo raso estaba a punto de venirse abajo. Tras la visita de Stravinsky y su mujer, pasé la tarde trabajando y entrada la noche me fui a acostar. A la media hora, un estruendo parecido al que produce el choque de dos camiones me hizo saltar de la cama: el cielo raso de la sala había caído estrepitosamente. ¡EI babalao me lo había dicho!, pero estaba a salvo. Cuando se lo conté a Lydia y vio el desastre sonrió sin decir palabra."
Llevaba un año en Cuba y un día Lydia le preguntó:
“¿Te quieres ganar $20,000 dólares? Pues pinta los retratos de algunas señoras de alto copete.” Su situación económica era apremiante y al principio dudó: la tentación era enorme. Se lo comunicó a Helena y ella le dijo:
¡Jamás harás tú eso, Wifredo!
No pintó para los burgueses, y no lo hizo porque ya había tornado su propio camino.
"De mí decían, en tono discriminativo, que era un pintor negro. Ellos reflejaban su impotencia ante la acción que yo había emprendido. Los burgueses son demasiado débiles de espíritu para comprender el arte verdadero. Puedo decir como Picabia: "Muero contento de que mi pintura no haya gustado a la gente que detesto. Desde mi estancia en París tenía una idea fija: tomar el arte africano y ponerlo en función de su propio mundo, en Cuba. Necesitaba expresar en una obra la energía combativa, la protesta de mis ancestros."
Se le ocurrió entonces mojar los papeles del embalaje que había traído de Europa y con ellos, pegando uno sobre otro, preparó un gran panel. Dibujó toda esa noche. A medida que avanzaba en su trabajo, sentía que aquel intrincado mundo allí representado era una verdadera selva. En menos de veinte días pintó su obra cumbre: La Jungla.
El fondo del cuadro, al principio, era un poco rojizo. Pierre Loeb, muy conocedor de pintura, le advirtió que ese tono no armonizaba con el tema. Volvió a pintarlo hasta alcanzar un verde azulado, mucho más acorde con la naturaleza cubana.
Loeb ha testimoniado que "en los tres años que llevo viéndole vivir y siendo su testimonio renovado, asisto al nacimiento de una obra que, día a día, se hace más legible y más misteriosa. Más legible pictóricamente y más misteriosa en el terreno espiritual, puesto que nada, en la actualidad, nos recuerda los signos ya trazados. Si ocasionalmente se nos aparece el recuerdo de alguna forma, esta ha sido objeto de una transposición tan acentuada, mezclada a tantas otras formas, que nos hallamos realmente en presencia de una obra difícilmente emparentable con las del pasado".
Fernando Ortiz hizo algunas interpretaciones del fenómeno económico y social en la temática de La Jungla. Se han hecho otras, pero Lam me ha dicho:
“En La Jungla se plasma la revancha que se impone un pequeño país del Caribe, Cuba, contra los colonizadores. Puse las tijeras como símbolo de un corte necesario contra toda imposición extranjera en Cuba, contra todo coloniaje. Ya éramos grandes y podíamos marchar solos: he ahí las tijeras."
Lam había visto muchas esculturas africanas en Europa y conocía la conmoción intelectual que allí produjeron. Aquellas piezas escultóricas habían revolucionado el arte occidental. Al verlas pensó en los negros desarraigados de su continente, despiadadamente esclavizados y cómo en pleno siglo XX, seguían explotando su espíritu, su arte.
"En La Jungla los mitos africanos están en función activa dentro del paisaje cubano del cañaveral: todo el destino de Cuba, hasta el presente, ha pivoteado en torno al cultivo de la caña y sus resultados económicos. A través de mis conversaciones con Picasso comprendí que es necesario llevar toda manifestación intelectual a una verdad".
Con esa convicción pintó La Jungla, como un combate contra el gusto y los conceptos que tenía la burguesía cubana sobre la plástica.
Creo que Alain Jouffrey ha acertado al expresar que La Jungla fue el primer manifiesto plástico del Tercer Mundo.
Los críticos reconocen la potencia de las estructuras de Lam, porque siempre se ha expresado sin convencionalismos formales. Esto se advierte claramente en su cuadro: Los que esperan, en el que se refleja el sentimiento de los llamados "primitivos". Es un cuadro significativo, que Alain Jouffrey utilizó como portada en su libro Lam. Benjamin Paret, poeta surrealista y crítico de arte, dice que Lam participa como cubista en el movimiento surrealista. El propio Lam nos dice:
"Se me ha considerado como pintor de la escuela de Paris, un pintor surrealista, o no importa de qué otra tendencia, pero nunca como un representante de la pintura que realmente hago y en la que creo reflejar, en gran medida, la poesía de los africanos que llegaron a Cuba y que, aún, guarda escondida en sus cantos mucho dolor. He puesto mi emoción en función de la plástica y siempre a partir de una excitación poética."
Lo que Lam percibía del cubano y de su idiosincrasia era una mezcla de muchas civilizaciones transculturadas. En su pintura ha plasmado esa poesía del pueblo cubano que tiene mucho de África en sus negros y mulatos. Pretendía hacer una narrativa poética plástica equivalente a los cantos populares y ceremoniales. Eso lo llevó a hacer una serie de cuadros que culminó con La Jungla. Lam manifiesta que trata de hacer poesía con su pintura, "porque la poesía es la lengua más antigua y elocuente de los hombres."
Pintaba La Jungla sumido en el más grande ensimismamiento. Cuenta que cuando vio por vez primera el Martirio de San Mauricio, de El Greco, obra que considera "la maravilla de las maravillas", le preocupaba que el gran maestro lo hubiera pintado después de cumplir los cuarenta años; entonces, él tenía veintidós. Cerca de los cuarenta se dijo: "llegó el momento de hacer algo importante."
"Para pintar La Jungla utilicé al máximo las enseñanzas que me proporcionó el estudio de los clásicos. Y si ese cuadro goza ahora de una consideración universal, se debe a que no fue pintado con despreocupación, sino gravemente, con todo mi esfuerzo. Hice mi trabajo como un rito, apoyado en las experiencias adquiridas en España y en Francia. En él puse toda mi capacidad de análisis que nunca estuvo en contradicción con mis sentimientos. Mi interés por el arte africano y polinesio, que me sirviera de inspiración, y desencadenar una serie de motivaciones y de frecuentaciones inconscientes, no obedeció nunca a razones sentimentales. Yo quería proseguir el penetrante camino emprendido por estas artes primitivas, aunque sin olvidar el rigor constructivo que observaron en sus obras Poussin y Cezanne."
Mientras pintaba, le dolía ver que para algunos, si algo era cubano, no valía nada. Eran los tiempos en que a cualquier creador extranjero se le publicaba todo, se le hacía propaganda, lo homenajeaban. Entonces pensaba: "nunca he visto un país más lejos de su propia realidad que el mío."
En esos días de penuria, para sorpresa suya, Lam vio su nombre junto a los de Fidelio Ponce (1895-1940) y Víctor Manuel, ya que el gobierno les ofrecía una beca considerando a estos tres pintores como los más representativos de Cuba.
“Yo no lo tuve en cuenta, pero Helena, con su disciplina europea, me dijo que debía enterarme. Fui a ver al Ministro de Educación: inútil gestión. Allí me encontré con un amigo de Sagua y después de largas discusiones con secretarios y amanuenses, entramos al despacho casi con violencia. El Ministro, en evidente sorna, nos preguntó qué deseábamos. Le expuse mi curiosidad sobre el asunto. Me contestó que él había hecho esa proposición, pero que aún no había nada en concreto. Luego supe que esas becas las estaban cobrando unos cachanchanes políticos."
Vendió La Jungla por trescientos pesos, para poder comer aquí en Cuba. El cuadro después viajó a Nueva York. El pintor tenía un contrato con el hijo de Henri Mattisse, Pierre, propietario de una galería en la calle 56 y Madison Avenue. Actualmente, el valor de este cuadro es incalculable. En 1979 estuvo en una exposición de Lam, en un museo de Copenhague. De ahí fue a Oslo y después al Museo de Beaubourg de París hasta volver de nuevo al Museo de Arte Moderno de Nueva York. Primordialmente se identifica a Velázquez con Las Meninas; a Goya con Los Caprichos y los Disparates. A Lam se le conocerá como el pintor de La Jungla.