El curador Humberto Figueroa Torres reflexiona sobre el trabajo del artista en el contexto de su reciente muestra en el Museo de Historia de San Germán
¿Desde qué ángulo retratar al grabador que evade levantar la mirada, según sigue absorto en su tarea sobre la mesa? ¿Cómo darle la vuelta al ejercicio de hacer una descripción del hombre que optó por dedicar su íntima expresión desde un arte multi ejemplar?
Para entrar a fondo en ese difícil menester hay que entender de qué tratan esos procesos técnicos, sus controles, sus disciplinas y sus principios dogmáticos. Les confieso que ese análisis lo vengo haciendo por los pasados cincuenta y cuatro años. Me resulta de veras divertido, entonces, entrarle al asunto con motivo de la invitación que me ha extendido Fernando (Santiago Camacho) para compartir en San Germán durante estos días de inicios del verano del 2024.
“Fernando Santiago, como todo buen artista, fluye desde las ideas; al rato el intelecto es desplazado desde los ritmos creativos para que aflore, en ese acto, la intuición” - Humberto Figueroa Torres
Me remonto al año 1996, hace veinticuatro años cuando, como catedrático auxiliar en el Programa de Arte de la Universidad Interamericana de San German, conocí al artista. Allí, en aquel pabellón antiguo que reúne los talleres de arte, hay un salón con máquinas de prensas que son esenciales para los procesos de impresión con métodos de grabado en metal y con prensas de litografía. Ese era el espacio de vida y trabajo del profesor Fernando Santiago.
Me recibió con la amabilidad que lo distingue. Fernando era el único profesor de los cursos de esa especialidad, un medio de larga historia que se remonta al renacimiento tardío y que evoluciona en el siglo diecinueve como un medio de producción de arte, de rotulación y mensajes. Con esas técnicas de aguafuertes del grabado en metal y de litografías jugaron Rembrandt, Francisco de Goya, Lautrec y Picasso, entre otros modernos. Luego, contemporáneos como Kollwitz, y hoy día el surafricano Kentridge; en Puerto Rico, Susana Herrero, Analida Burgos, entre unos pocos, incluido Fernando Santiago.
El profesor, por mucho tiempo se enfocó en su labor docente y mantuvo un perfil bajo. Recuerdo que en ese taller, algo oscuro, me mostró varios ejemplares de sus grabados. No tardé en reconocer su manejo magistral de las técnicas con una libertad de expresión que le servía para expandir su urgencia de decir sin hablar. Lo insté a sostener su trabajo artístico, a escalar en su capacidad de hacer grabado para, desde ese camino, marcar un territorio que lo esperaba. La falta de acceso a prensas y a los químicos corrosivos, antiguamente utilizados, limitaba la continuidad de la producción entre artistas decididos a hacer del grabado su lenguaje esencial. Los controles del estado sobre el uso de ácidos corrosivos obligaban a las instituciones a gestionar permisos y precauciones especiales. El taller, en eso, se acercaba al laboratorio de química.
“Con la discreción que lo destaca, Santiago fue participando en eventos internacionales respondiendo a convocatorias y hoy día es uno de los grabadores puertorriqueños de mayor reconocimiento entre los especialistas del grabado en Europa, Asia, las Américas y el Caribe” - Humberto Figueroa Torres
Sin embargo, era importante también ser responsable consigo mismo, con sus estudiantes, y más adelante logró adiestrarse en técnicas de grabado no tóxicas, dejando atrás procesos con materiales tradicionales que atentaban contra la salud de los artistas dedicados a esos oficios. Compartió ese conocimiento con otros maestros de grabado en la isla y desde ese proceso cultivó conexiones con sus pares, que recién se organizaban como gremio bajo la entidad Las Jornadas del Grabado Puertorriqueño. Con la discreción que lo destaca, Santiago fue participando en eventos internacionales respondiendo a convocatorias y hoy día es uno de los grabadores puertorriqueños de mayor reconocimiento entre los especialistas del grabado en Europa, Asia, las Américas y el Caribe. La modesta exhibición que nos comparte en el Museo de Historia de San Germán es un lujo en que se asoman algunos de sus trabajos, un por ciento mucho menor con relación a la cantidad de trabajos de arte que posee, frutos de su dedicación.
Hace unas semanas visitamos el taller en su casa, en el tope de una loma de San Germán. Allí disfrutamos de un paisaje privilegiado y una luz hermosa. Al interior, vimos las prensas de grabado que hizo el artista, porque también hace esa maquinaria. Y abrió varias carpetas con ejemplares deslumbrantes de impresiones que esperan por una exhibición en grande, una retrospectiva que facilite entender esa entrega total a la disciplina de un hombre devoto, dedicado a su arte.
Voy cerrando mi aportación resumiendo lo que reconozco como los valores superiores en los trabajos gráficos del artista. Fernando elabora sus matrices para llevar los procesos de entintados y de impresión desde un registro temperamental expresivo que corresponde más bien a un pintor. Los procesos de manchas en fondos y formas son también atmósferas que envuelven las figuras que posiciona para lograr unas armonías y tensiones compositivas.
Hay usos de elementos que repite, entre ellos palomas y peces, ambos significantes de la naturaleza y los elementos aire y agua. El artista es un defensor del ambiente. En muchos ejemplares hay dos figuras que se relacionan desde sus posturas y que, sin proponérselo, remiten a figuras de dobles o mellizos que recuerdan la antigua iconografía católica y sincrética del Caribe. Entre los títulos, propone la magia, o sea un acto cargado de misterio que sugiere un enigma que espera por alguna revelación. El acto mágico se hace realidad cuando el artista se vuelca sobre sus mesas de trabajo. Fernando Santiago, como todo buen artista, fluye desde las ideas; al rato el intelecto es desplazado desde los ritmos creativos para que aflore, en ese acto, la intuición. La razón hace equilibrio de forma intermitente con las energías que lleva el ritmo de trabajo con sus controles. Sostiene así una dinámica que desemboca en el momento sorpresa al despegar el papel de la matriz y ver, asombrado, el resultado calculado, inesperado pero deseado.
Este año, que el desfile Puertorriqueño en Nueva York fue dedicado a San Germán, celebramos la vida y obra del maestro y artista Fernando Santiago Camacho por ser reconocido y celebrado en el mundo y por poder descubrirlo aquí en su pueblo, bajo un cielo siempre azul y soleado.
Sobre el autor: Humberto Figueroa es curador, artista e investigador de arte puertorriqueño. Lleva cuarenta y cinco años trabajando en proyectos y entidades de arte y cultura, en el servicio público en Puerto Rico. Ha estado directamente vinculado con la programación de cientos de exhibiciones de arte, propuestas de investigación y conservación de arte. Se ha desempeñado como profesor en la Escuela de Diseño de Altos de Chavón en República Dominicana, en la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Puerto Rico, en la Universidad Interamericana de San Germán, en la Universidad del Sagrado Corazón, y la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Ha participado en proyectos de investigación y exhibición de trabajos del artista Antonio Martorell por los pasados treinta y cinco años. En esas colaboraciones se ha destacado en curadurías y museografías para diversos museos del país. Como curador independiente ha coordinado, investigado y curado exhibiciones y comparsas del arte de la máscara de Ponce, desde la tradición y evolución formal. Ha participado en dos ediciones de la Bienal del Gueto en Puerto Príncipe, Haití, en la Fundación Casa Cortes, en San Juan, y en la Bienal de Arte Latino en Nueva York. Actualmente trabaja de forma independiente como curador y artista.